LA IDENTIDAD SOCIAL

Marx afirma que “la esencia humana no es algo abstracto e inmanente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de relaciones sociales” (Marx, 1845: 635). En esta cita, Marx subraya la esencia social del ser humano.

Tomando como base esta afirmación, que podríamos extrapolar a la importancia de la identidad social de las personas, es interesante reflexionar sobre las distintas concepciones que han tenido lugar sobre la esencia social de las personas.

Para Aristóteles, “el hombre es un animal social [‘zoon politikon’] que desarrolla sus fines en el seno de una  comunidad”. Tomando en cuenta que el fin más importante para este filósofo es la felicidad, entendemos que Aristóteles defiende que la felicidad se consigue en una comunidad; es decir, socialmente. Esto quiere decir que las personas, ante todo, somos sociales y necesitamos de los demás para conseguir aquello que deseamos. Es, desde nuestro punto de vista, una concepción positiva de la esencia social del ser humano.

Hobbes, a su vez, defiende una concepción positiva de la esencia social de las personas, pero desde la perspectiva organizativa y, por lo tanto, colectiva. Para él el contrato social surge cuando las personas renuncian o transfieren su derecho a un poder absoluto para que garantice la paz . Eso no implica negar la importancia de la identidad social del ser humano, sino todo lo contrario. Somos seres sociales y el contrato social refleja tanto la esencia social como el deseo de participar en la comunidad y, mediante la organización correspondiente, luchar por la consecución de los fines individuales y colectivos.

Podemos afirmar que estas dos concepciones son complementarias: la primera tiene una perspectiva individual y la segunda hace referencia a una visión colectiva. Lo que realmente es importante es que las personas somos seres sociales y, como tales, desarrollamos una identidad acorde con nuestra esencia: una identidad social.

Definición


Si “la identidad es la relación que cada entidad [persona] mantiene consigo misma”, la identidad social hace referencia a la relación de la persona con la comunidad o el grupo social al que corresponde.

Originalmente, Tajfel define la identidad social como “la parte del autoconcepto del individuo que deriva del conocimiento de su pertenencia a un grupo social [o grupos  sociales] junto con el significado emocional y valorativo asociados a dicha pertenencia” (Tajfel, 1981: 255). Relacionado con la tesis de Tajfel, y como explica Giménez, nuestra identidad social condiciona en gran medida nuestra identidad personal (Giménez, 2008: 5). Pongamos el  ejemplo que cita Giménez:

“El hombre moderno pertenece en primera instancia a la familia de sus progenitores; luego, a la fundada por él mismo, y por lo tanto, también a la de su mujer; por último, a su profesión que ya de por sí lo inserta frecuentemente en numerosos círculos de intereses [...]. Además, tiene conciencia de ser ciudadano de un Estado y de pertenecer a un determinado estrato social. Por otra parte puede ser oficial de reserva, pertenecer a un par de asociaciones y poseer relaciones sociales conectadas, a su vez, con los más variados círculos sociales...” (Simmel, citado por Pollini, 1987: 32 citado en Giménez, 2008:5).

En este ejemplo podemos ver cómo un hombre pertenece a varios grupos sociales. Su identidad personal ser forja a partir de ellos, ya que su no pertenencia a alguno de ellos la cambiaría. Esto nos lleva a pensar que la identidad personal es subordinada a la identidad social, que, a su vez, está condicionada por las relaciones sociales de la persona. Por lo tanto, podríamos decir que las relaciones sociales forjan la identidad social, que tiene un papel muy importante en la definición y la constitución de la identidad personal. Son la base sobre la que construimos nuestra identidad. De ahí la gran importancia de la identidad social. Tomando en cuenta nuestra esencia social, la identidad social no sólo tiene importancia en la sociedad actual, sino que siempre la ha tenido.

La evolución de la identidad social


Como hemos argumentado más arriba, la identidad social de las personas es afín a las relaciones sociales que mantengan y, concretamente, a su pertenencia a grupos o comunidades. Para reflexionar acerca de la evolución de la identidad social, es imprescindible obviar que las relaciones sociales, y por lo tanto los grupos y las comunidades, están totalmente condicionadas por las características de la sociedad en las que se dan. Por ello, la evolución de la identidad social es acorde a la evolución de la sociedad, propiamente dicha.

Castells explica que la historia de las redes sociales, y por lo tanto de las relaciones sociales y los grupos o comunidades, es permanente. Arguye que “en términos de estructura social, los arqueólogos y los historiadores de la antigüedad han reiterado convincentemente que los datos históricos muestran la permanencia y la relevancia de las redes como espina dorsal de las sociedades, desde hace miles de años, en las civilizaciones antiguas más avanzadas de diferentes regiones del planeta” (Castells, 2009: 47). Esto afirma la tesis de que la importancia de la identidad social no es algo moderno.

Para explicar de la evolución del concepto de la identidad social, nos centraremos en el periodo de la modernidad y el de la posmodernidad.

Como bien explica Lapresta, “en el fondo, lo que ha perseguido la ideología de la modernidad, en su sentido más estricto, es sustituir a Dios por la Ciencia como regulador de las relaciones sociales y de la sociedad, dejando las creencias religiosas en el ámbito de la privacidad. De este modo, la modernidad se asocia a la idea de racionalización. A través de esta idea se pasa a una más amplia que es la de ‘sociedad racional’, en la que la razón no sólo guía la actividad científica y técnica, sino también el gobierno de los hombres y la administración de todos los asuntos sociales” (Lapresta, 2004: 28). Nos quedamos con esta última idea de que la razón guía el gobierno de las personas y la administración de los asuntos sociales, ya que éste es el lugar de la identidad social.

Además, en esta época, “la delimitación de las identidades y las alteridades encontraban su estabilidad socio-cultural en su relación con el territorio, definido como LUGAR, [y sus límites y fronteras] y la construcción espacio-temporal. En otras palabras EL AQUÍ y EL AHORA ‘emplazaban’ y estabilizaban, localizando espacial y temporalmente a las identidades” (enlace aquí).


Podemos decir que, en la modernidad, la identidad social estaba ligada al derecho, al contrato social que hemos explicado y a la libertad de las personas. Asimismo, era enmarcada por la delimitación espaciotemporal.

Con la crisis del modernismo, llega la posmodernidad. Como afirma Turkle, las ideas del posmodernismo “son difíciles de definir de forma simple, pero se caracterizan por términos como ‘descentrado’, ‘fluido’, ‘no lineal’ y ‘opaco’” (Turkle, 1997: 25). En esta época, se realzan los valores de performatividad y rentabilidad, dando paso a la mercantilización de la ciencia y del conocimiento (Lyotard, 1987). La ciencia, que en la modernidad era símbolo de razonamiento, se convierte en un producto más del mercado, y pierde su legitimidad. Además, han surgido cambios significativos en el esquema espaciotemporal. Como lo explica Callejo, son “cambios que se intuyen como consecuencia de las innovaciones en el sistema de comunicación generadas con la extensión del uso de Internet. Cambios, sobre todo, en nuestra forma de concebir el tiempo y el espacio, que son los principales indicadores de transformación tan sustancial que pueda ser calificada de civilizatoria” (Callejo, 2008: 4).

La identidad social no es ajena a estos cambios. El hecho de que el conocimiento y la ciencia se hayan convertido en mercancía hace que las relaciones sociales cambien. Podemos pensar que las relaciones sociales basadas en compartir conocimiento son las que mayor cambio han podido sufrir. De igual modo, el cambio tan transcendente del esquema espaciotemporal ha transformado totalmente la manera de relacionarse: el espacio físico ya no es el único lugar para relacionarse y la concepción del tiempo lineal ha dado paso a un tiempo multimodal en el que prima la inmediatez. Esto se debe, sobre todo, al desarrollo tecnologías de la información y la comunicación actuales,  que habilitan una nueva dimensión tanto de la identidad personal como de la identidad social: la identidad digital.

La identidad digital es el tema que nos servirá como base a más reflexiones; por lo tanto, lo estudiaremos en los posts correspondiente.

Bibliografía y webgrafía

- CALLEJO, J. (2008): El esquema espaciotemporal en la sociedad digital. No publicado.
- CASTELLS, M. (2009): Comunicación y Poder. Alianza Editorial, Madrid.
- GIMÉNEZ, G. (1997): Materiales para una teoría de las identidades sociales. Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Disponible en http://docentes2.uacj.mx/museodigital/cursos_2008/maru/teoria_identidad_gimenez.pdf [última consulta 10 de febrero del 2011].
- LAPRESTA, C. (2004): La identidad colectiva en contextos plurilingües y pluriculturales. El caso del Valle de Arán. Universitat de Lleida, Lleida. Disponible en http://www.tdr.cesca.es/TESIS_UdL/AVAILABLE/TDX-0915105-090019//tclr1de1.pdf [última consulta 10 de febrero del 2011].
- LYOTARD, J. (1987): La condición posmoderna. Editions de Minuit, Madrid.
- TURKLE, S. (1997): La vida en la pantalla. La construcción de la identidad en la era de Internet. Paidós, Buenos Aires.
- KALIPEDIA – http://www.kalipedia.com/filosofia/tema/esencia-historico-social-hombre.html?x1=20090313klpprcfil_2.Kes [última consulta 10 de febrero del 2011].
- WIKIPEDIA – http://es.wikipedia.org

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